El P. Arturo Bellocq cuenta cómo vivió la elección del Papa Francisco

Monte VI Online tiene la suerte de contar con un corresponsal de primera línea en Roma. El Padre Arturo Bellocq (31 años, exalumno) vive allí desde 2006, y en este artículo relata impresiones y anécdotas luego de la elección del primer Papa sudamericano en la historia de la Iglesia

El P. Arturo en foto de archivo; pasó por Montevideo en 2011 y estuvo en el Colegio

El P. Arturo pasó por Montevideo en 2011 y estuvo en el Colegio (foto de archivo)

Estaba en la Plaza de San Pedro cuando a las 20:10 del 13 de marzo anunciaron el nombre del nuevo Papa: Jorge Mario Bergoglio. De las personas que tenía alrededor, casi todas italianas, yo era el único que sabía quién era ese cardenal, y tuve que empezar a explicar que era de Buenos Aires, de ascendencia italiana, que tenía 76 años. La gente no lo podía creer: no era ninguno de los que los periodistas habían vaticinado, era bastante ‘mayor’ para todas las reformas que se decía que iba a tener que hacer, venía de Sudamérica… Cuando dijeron que llevaría por nombre Francisco, muchos se alegraron, porque San Francisco es el patrono de Italia. Y no faltó el hincha a muerte de la Roma que empezó a gritar que el Papa se llama “Francesco, como Totti”. Sí, los italianos son como nosotros, todo lo relacionan con el fútbol. Después de sus breves palabras, de rezar con la gente de la plaza y de despedirse con un “Buona sera, buon riposo”, se metió a todos en el bolsillo. Me acuerdo que volviendo a casa me paró una señora italiana y me preguntó con cara de desconfiada: ‘¿será bueno este papa de sudamérica?’ Sin dudar le contesté que sería extraordinario, y siguió muy tranquila de que un cura le hubiese dado confianza. Ahora ya no se necesita preguntarle a los curas porque todo el mundo puede ver que en estos poquitos días Papa Francisco ha suscitado una impresión muy buena del papado y de la Iglesia.

Ya le han puesto muchas etiquetas, con bastante justicia, la verdad. Dicen que es “el papa venido del fin del mundo”, como él mismo se definió en el primer saludo desde el balcón de San Pedro. La verdad es que el italiano le cuesta un poco y confunde varias palabras… pero como en Roma estamos acostubrados a estar rodeados de extranjeros, somos muy indulgentes con el idioma (aunque para llevar solo un mes en Italia, habla muy bien). También dicen que es “el Papa cercano”, y todos nos hemos enterado de las llamadas telefónicas que ha hecho a sus amigos, parientes, etc. Conozco un sacerdote argentino, muy amigo de él, que dos días después de la elección lo pudo saludar: desde lejos el Papa le gritó ‘Carlos’, y bajó rápido las escaleras para darle un abrazo muy fuerte. Cuando el P. Carlos le preguntó cómo lo tenía que tratar ahora, el papa le respondió que “de vos, como siempre, como se trataban San Pedro y San Pablo, aunque uno fuera el príncipe de los apóstoles”. Una semana después, en la audiencia general del miércoles, unos jóvenes argentinos le regalaron un tarro de dulce de leche grande con la bandera argentina, y después de agradecerlo, se lo dio a su secretario diciéndole que ese regalo se lo quedaba él. También dicen que es “el papa de los gestos”, y todos vimos las imágenes del lavatorio de los pies en la cárcel de menores, los saludos a los niños y a los enfermos, pero también sus gestos de piedad: ir a rezar a la Virgen al día siguiente de su elección, ir a rezar a las tumbas de todos los papas del siglo XX y de San Pedro, para pedir ayuda en su ministerio. Una última etiqueta, pero creo que es la más importante: “un papa que reza y hace rezar”, porque es llamativo el recogimiento con que celebra la misa y con que escuchaba las estaciones del Via Crucis el Viernes Santo, porque dicen que madruga mucho para rezar, porque cada vez que habla con alguien o le escribe a alguien le pide que rece por él.

Los gestos son lo que llega. Al menos nuestra cultura nos ha acostumbrado a eso. Pero si leemos las cosas que dice, sus homilías y mensajes, se ve un estilo a la vez profundo y sencillo que ayuda mucho a rezar y a entender las cosas de la fe que pueden parecer más difíciles. “Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que a veces nos cansamos de pedir perdón”, decía en su primer Angelus, y es muy llamativo el aumento de la gente que viene a confesarse, por lo menos en la parroquia donde trabajo. “La respuesta de Cristo al mal que hay en el mundo es la Cruz, hay que mirar más a la Cruz”, dijo al final del Via Crucis en el Coliseo, y ya me he encontrado mucha gente que encontró en esas palabras el consuelo que necesitaba para sus dificultades.

Pero hay un peligro, como siempre pasa con las novedades: las comparaciones, pensar que como esto es bueno y a la gente le gusta, lo anterior era malo, o por lo menos no tan bueno. Algunas voces  superficiales ya lo han dicho, pero las palabras del papa no hacen más que remarcar la gratitud y continuidad con sus predecesores, sobre todo Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y es que en lo esencial, todo sigue igual, porque la Iglesia no es de los hombres sino de Dios, siempre joven y siempre linda. Si ahora Dios nos ha regalado este Papa con este ‘estilo’ es porque ahora la Iglesia lo necesita. ¡Viva el Papa! y, sobre todo, ¡a rezar por el Papa! que es lo que él necesita ahora de cada uno de nosotros.